"¡Abominables cloacas de Buenos Aires!
¡Mundo inferior y horrendo, patria de la inmundicia! Imaginaba arriba, en
salones brillantes, a mujeres hermosas y delicadísimas, a gerentes de banco
correctos y ponderados, a maestros de escuela diciendo que no se deben escribir
malas palabras sobre las paredes; imaginaba guardapolvos blancos y almidonados,
vestidos de noche con tules o gasas vaporosas, frases poéticas a la amada,
discursos conmovedores sobre las virtudes patricias. Mientras por ahí abajo, en
obsceno y pestilente tumulto, corrían mezclados las menstruaciones de aquellas
amadas románticas, los excrementos de las vaporosas jóvenes vestidas de gasa,
los preservativos usados por correctos gerentes, los destrozados fetos de miles
de abortos, los restos de comidas de millones de casas y restaurantes, la
inmensa, la innumerable Basura de Buenos Aires. Y todo marchaba hacia la Nada
de océano mediante conductos subterráneos y secretos, 360 como si Aquellos de
Arriba se quisiesen olvidar, como si intentaran hacerse los desentendidos sobre
esta parte de su verdad. Y como si héroes al revés, como yo, estuvieran
destinados al trabajo infernal y maldito de dar cuenta de esa realidad.
¡Exploradores de la Inmundicia, testimonios de la Basura y de los Malos
Pensamientos! Sí, de pronto me sentí una especie de héroe, de héroe al revés,
héroe negro y repugnante, pero héroe. Una especie de Sigfrido de las tinieblas,
avanzando en la oscuridad y la fetidez con mi negro pabellón restallante,
agitado por los huracanes infernales. ¿Pero avanzando hacia qué? Eso es lo que
no alcanzaba a discernir y que aun ahora, en estos momentos que preceden a mi
muerte, tampoco llego a comprender."
Fragmento de "Sobre héroes y tumbas" - Ernesto Sábato
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